Suiza, la gran desconocida

Aunque la Confederación Helvética es bastante reconocible para los países europeos, ubicada en la zona de Europa Central, son muchos los interrogantes que despiertan su actualidad y su Historia. Nada conflictivos, los suizos parecen vivir en un oasis que queda fuera de las tensiones del mundo occidental. Pero nada más lejos de la realidad. Suiza no grita, pero eso no significa que sea silenciosa ni, mucho menos, muda. Su Historia ha avanzado de la mano de la del resto de países europeos, influyendo y dejándose influir por sus vecinos, al tiempo que escribía su destino de una forma muy especial. Así, me pareció el escenario más estimulante para ubicar Una Promesa de Juventud.
 

Sus orígenes

Se cuenta que, en tiempos del Sacro Imperio Romano Germánico, concretamente en el 1291 d.C, los pobladores de los bosques de la región de Schwyz, Uri y Nidwalden, ubicados casi en el centro de su territorio, firmaron un pacto en la pradera de Rütli. Al parecer, era una alianza, todavía muy primitiva, que buscó fortalecer las relaciones económicas y militares entre vecinos. Aunque no hay evidencia alguna de la existencia de este pacto en concreto, y muchos historiadores fijan el nacimiento de la confederación en 1307, sí es cierto que, en esa época, ya existía una voluntad de asistencia mutua, a través de acuerdos, entre diversos territorios que hoy forman parte de Suiza y que, por cuestiones geográficas, no podían gozar de la máxima protección por parte del imperio.

Jean Renggli der Ältere Der Rütlischwur 1891 @ Deutsches Historisches Museum Jean Renggli. Wikimedia Commons. Dominio Público.

Así, ese conjunto de pactos supusieron el primer paso en la construcción de las relaciones federales entre esas regiones de Europa Central. Sin embargo, no podemos hablar de una independencia de acción con respecto al Sacro Imperio Romano Germánico hasta 1499 d.C, tras la guerra de Suabia. Este conflicto enfrentó a los territorios que se habían ido confederando durante esos dos siglos y al emperador Maximiliano I de Habsburgo, quien deseaba atar en corto a esas regiones. Asfixiado militarmente, Maximiliano I tuvo que terminar firmando, en el mencionado año, el tratado de paz de Basilea, con el que se otorgó cierta independencia a los territorios suizos.

Estos, poco a poco, fueron adoptando el topónimo de Schwyz, que nombraba uno de los núcleos centrales de la región - hoy, cantón de Schwyz -, para referirse al conjunto de tierras aliadas. Su independencia, sin embargo, no fue reconocida jurídicamente hasta siglo y medio después, en 1648, con la firma de la Paz de Westfalia, que puso fin a la guerra de los Treinta Años. Esta también provocó la fragmentación de los territorios que hoy pertenecen a Alemania, así como el cese del sangriento enfrentamiento entre católicos y protestantes en la Europa continental, entre otras cuestiones.

La Paz de Westfalia. 1648. @ Gerard ter Borch. Geheugen van Nederland. Wikimedia Commons. Dominio público.

La Suiza moderna

La historia de este país es un relato de paciencia y tiempos. Así, en el siglo XIX, tras la ocupación napoleónica, volvió a reconocerse, en el Congreso de Viena (1815), su independencia de los grandes imperios, restaurados tras las guerras contra Napoleón Bonaparte. Con la libertad en sus manos y a salvo de invasiones, la confederación pasó a construir las bases de su sistema. Este proceso no estuvo exento de tensiones internas. Estalló una guerra civil que enfrentó a liberales protestantes y demócratas católicos y que alcanzó su cenit en 1847 con la denominada "guerra contra el Sonderbund".

Mapa de la guerra contra el Sonderbund @ Cambridge University Press. Wikimedia Commons. Dominio Público.

Finalmente, los liberales protestantes obtuvieron la victoria y, en 1848, nació una Suiza bastante similar a la que conocemos hoy día - salvando las distancias-. La constitución promulgada definía a este nuevo estado como un ente único. Ya no eran muchos territorios hermanados en economía y política, sino un solo país. A la cabeza de este, el poder federal, compuesto por Asamblea Federal (poder legislativo), Consejo Federal y Cancillería (poder ejecutivo). A su vez, las diversas zonas históricamente independientes que componían la confederación se constituyeron como cantones. Estos conservaron parte de su soberanía y, con el tiempo, cada uno elaboró su propia constitución - aprobada, eso sí, por el poder federal -. Hoy en día, existen un total de 24 cantones y 6 semicantones.

El tercer grado de división territorial y administrativa que se estableció fueron las comunas - algo equivalente a los municipios españoles -. No obstante, al igual que los cantones, las comunas se concibieron como unidades con leyes y asamblea propia. Es decir, ni siquiera en este nivel se renunció a la totalidad de la soberanía. Así, nació la llamada Confederación Helvética, una república federal y democrática que tomó el nombre de la tribu celta de los helvecios, una de las primeras en habitar algunas de las tierras integradas.

Billete federal suizo. @ Wikimedia Commons. Dominio Público.

Aunque la constitución se revisó en 1874, y también en ciertos momentos del siglo XX, esta sigue vigente en la actualidad. De este modo, desde entonces, sus tres estratos de poder (federal, cantonal y "municipal") son elegidos por los ciudadanos, aunque las mujeres solo pudieron votar a partir de 1974. Y es que, uno de los rasgos principales de este país es la enorme posibilidad de implicación de los ciudadanos en la vida política al ser una de las democracias directas más estables que se conocen. Así, los suizos no solo participan en ella a través de su voto en las diversas elecciones, sino que pueden opinar sobre diferentes asuntos a través de fórmulas como el referéndum.

¿Guerreros o pacíficos?

Los suizos, aunque conocidos mundialmente por mantenerse al margen de los conflictos bélicos, tienen un pasado guerrero exitoso. Como hemos ido viendo, gracias a él y a las firmas de tratados de paz, pudieron ir alcanzando cotas de independencia e irse anexionando territorios en la zona de Europa Central durante cinco siglos.

Pero esto cambió en el siglo XVI. Las tensiones internas entre los distintos territorios que formaban parte de la alianza apartaron a los suizos de la política exterior para siempre. Los conflictos entre protestantes y católicos, una de las constantes en la confederación hasta el siglo XIX, fueron los responsables de que esta región se encerrara en sí misma, dejara de crecer y luchara por mantener las tierras y prebendas que había logrado hasta el momento.

Guardias suizos. 1930. @ J.B. Malina. Wikimedia Commons. Dominio Público.

Sin embargo, lejos de quedarse con los brazos cruzados, los suizos decidieron hacer negocio en guerras ajenas. Así, ricas familias de las zonas centrales de la confederación se dedicaron al negocio de prestar guerreros mercenarios a las distintas potencias europeas. Una de ellas fue el Vaticano que, todavía hoy, cuenta con la guardia suiza para salvaguardar su seguridad.

A pesar de esta actividad económica, Suiza mantuvo su neutralidad oficial a partir de entonces. Y, pese a que fue reconocida en varias ocasiones a nivel internacional, no evitó que experimentara el temor a la invasión durante las dos guerras mundiales. En especial, en la segunda, con una Alemania dispuesta a todo por lograr su espacio vital. En este contexto, cobrará singular importancia el movimiento cultural de la defensa espiritual de la nación, corriente que había ido tomando fuerza durante la década de 1930 y que trató de poner en valor la compleja y plural identidad suiza. Y es que, pese a que hoy conozcamos el resultado de la guerra, hubo planes reales que plantearon la anexión de Suiza por parte de los alemanes. Se llamó la operación Tannenbaum. Quizás, si has leído Una Promesa de Juventud, todo esto te resulte familiar...

Niños en Suiza en la Segunda Guerra Mundial. 1941. @ Theodor Strübin. Archäologie und Museum Baselland Lizenzbedingungen. CC BY-SA 4.0. Wikimedia Commons

Mezcla de idiomas y culturas

Hablar de Suiza es dejar a un lado la idea preconcebida de un estado compacto con una identidad única. Si en todos los países esto es apreciable – en mayor o menor medida -, en el caso helvético alcanza una nueva dimensión a pesar de su tamaño. Y es que existen 4 zonas lingüísticas que se corresponden con sus 4 idiomas oficiales: Alemán, Francés, Italiano y Romanche. Pero la diferencia entre zonas no se queda ahí. Entre unas y otras hay distancia cultural, se profesan históricamente ramas distintas del cristianismo, tienen diferentes tradiciones, gastronomía, tendencia ideológica mayoritaria, etc...De ahí que, en ciertos momentos de su Historia, fuera tan complicado mantener la calma dentro de las fronteras de estas regiones aliadas.

Al final, tal y como hemos comentado, la confederación es el resultado de una serie de alianzas creadas desde la Edad Media entre territorios que, a priori, no pretendían más que cooperar en su defensa y economía. Algunos de estos, antes de pertenecer al Sacro Imperio Romano Germánico y después de estar integrados en el Imperio Romano, habían sido poblados por los alamanes, otros por los borgoñes y otros por los ostrogodos. Y no en todos pervivió de la misma manera la herencia latina. Su conexión inicial, por tanto, no fue cultural, religiosa o lingüística, sino estratégica y geográfica, pues estaban ubicados en bosques cercados por montañas, de difícil acceso y comunicación.

Mapa lingüístico de Suiza @ Marco Zanoli. Swiss Federal Statistical Office. Census of 2000. CC BY-SA 4.0. Wikimedia Commons.

Así, esta distancia que siempre ha existido, perdura hasta nuestros días. De hecho, los suizos tienen un término para designar la brecha que existe entre las dos principales zonas lingüísticas. Se denomina Röstigraben, haciendo alusión a un plato típico del cantón de Berna, límite entre el área francófona y germanófona. Actividades como los intercambios en verano para trabajar en granjas de otra zona lingüística durante los años de colegio y el servicio militar obligatorio rompen la tendencia al alejamiento. Si has conocido a Charlotte Geiger, quizás haya mencionado algunos de estos detalles sobre su bello país, escenario principal de la novela.