Periodismo en pasado
Papel y Tinta es una novela que, ante todo, habla sobre el periodismo. La actualidad y la realidad de los periódicos de la época se entremezcla con las idas y venidas de los personajes. Estamos en un momento en que la prensa española busca consolidarse como medio de comunicación fiable, alejado de intereses partidistas, profesionalizarse y modernizarse a través de innovaciones como la fotografía o el teléfono. También en una etapa de cambio y radicalización política, detalles que complicarán la vida de los periodistas, esos nuevos profesionales de la información, deseosos de que los lectores lleguen a sus líneas.Cambio de enfoque
Si hay un siglo que pueda considerarse como la edad de oro de la prensa ese es el siglo XIX. A lo largo del mismo, la información periódica fue ganando estabilidad, fue tomando forma y cierto prestigio. En el mundo anglosajón, apareció la llamada prensa industrial o empresarial, que deseaba alejarse de la función propagandística al servicio de un partido para convertirse en una fuente de información de calidad, fiable y más o menos objetiva. En España, aunque con un importante atraso, también se avanzó hacia ese modelo y, lentamente, la prensa de información fue ganando terreno a la prensa política.
Rotativa de Richard March Hoe. 1864 @ Wikimedia Commons. En dominio público.
Censura y libertad
Para comprender el punto en el que se encuentra la prensa española cuando Elisa toma contacto con ella, es preciso hablar de la Ley de política de imprenta de 1883. También de la Constitución de 1876. Este nuevo marco legal de la Restauración Borbónica (recordamos que es la etapa que abarca el reinado de Alfonso XII -1875/1885- , la regencia de Mª Cristina – 1885/1902- y el inicio del reinado del hijo de estos, Alfonso XIII – 1902/1923-) abrió un nuevo periodo para los periódicos en el que se potenció la iniciativa empresarial y la independencia política.Estos años, hasta el inicio del siglo XX, también se caracterizó por una cierta libertad de prensa. La Constitución de 1876 había eliminado la censura previa. Y es que, el sistema turnista ideado por Antonio Cánovas del Castillo – líder del partido Conservador hasta su muerte en 1897 -, apenas dejaba margen para que la opinión pública incidiera sobre lo que ocurría en el parlamento. Poco importaba que los periódicos criticasen a un político o a otro, pues las elecciones estaban orquestadas para ir dando la mayoría, de forma alterna, a las dos fuerzas admitidas en el sistema: el mencionado partido conservador y el liberal, al frente del que estaba Práxedes Amadeo Sagasta.

Jura de la Constitución de 1876 por María Cristina de Habsburgo de Joaquín Sorolla y Francisco Jover y Casanova. 1897. @ Wikimedia Images. En Dominio Público.
Al amparo de esta fiebre por constituir una prensa libre, moderna y fuerte en España, nacieron y se consolidaron cabeceras históricas como La Correspondencia de España (1860), El Imparcial (1867), El Liberal (1879), La Vanguardia (1881) o El Heraldo de Madrid (1890). Todos ellos lucharon por devolver la credibilidad a un sector denostado por su tradicional vinculación a las facciones políticas que marcaron el complejo devenir del siglo XIX. Sin embargo, tras la aparente calma de finales de la centuria, el nuevo siglo trajo la Ley de Jurisdicciones de 1907, que estipulaba que los delitos contra la patria y el ejército serían juzgados por un Tribunal Militar. ¡Imagina la tensión al escribir un artículo!
Este hecho no hizo más que iniciar una etapa de legislación cambiante y confusa que se correspondió con los últimos coletazos del sistema turnista de la Restauración. Lo que ponía el gobierno conservador lo quitaba, meses después, el gobierno liberal. Y, así, durante años. Pero todo cambió con el pronunciamiento del general Miguel Primo de Rivera, que dio inicio a una dictadura militar que, si bien no asfixió la libertad en su totalidad, sí restableció la censura previa, método que se fue endureciendo a medida que aumentaban los detractores del directorio y la monarquía a lo largo de la década de 1920.

Miguel Primo de Rivera en San Sebastián. 1927. Ricardo Martín @ Wikimedia Commons. Creative Commons.
De profesión, periodista
Uno de los objetivos que tenía la mencionada modernización de la prensa en España era la profesionalización del oficio de periodista. Durante el siglo XIX, pocos eran los que se dedicaban, en exclusiva, a escribir en un periódico. Con la transformación del tejido periodístico en un entramado empresarial de iniciativa privada e independiente, se buscó que las distintas compañías resultantes pudieran contratar y dignificar la profesión.La realidad es que la empresa informativa ha tenido problemas de financiación desde siempre y, pese a que la profesión periodística fue adquiriendo entidad propia en esos años, los salarios eran muy bajos y las condiciones, bastante cuestionables. ¿Recuerdas a López, redactor de El Demócrata de Madrid, y sus quejas? ¡Pues aquí la explicación! Además, la nueva estructura del sector, plagada de pequeñas empresas, fue definiendo los roles dentro de las redacciones. En algunas ocasiones, el director era el propietario. En otras, comenzó a diferenciarse entre los propietarios o socios fundadores y el aparato periodístico de la redacción.

Busto de Miguel Moya @ Mariano Benlliure. Casa Moreno. Archivo de Arte Español. Archivo Moreno IPCE. Ministerio de Cultura y Deporte
Con objeto de defender los intereses de los trabajadores del sector, Miguel Moya creó, en 1895, la Asociación de la Prensa. En 1919, se unirá a la representación de los periodistas el Sindicato Español de Periodistas, adherido a la UGT. Estas dos organizaciones acabaron alineándose con ideologías e intereses en la década de 1920, protagonizando sonados enfrentamientos públicos. Quizás, si has viajado por las páginas de Papel y Tinta, esto también te resulte familiar.
Cierto es que, en las primeras décadas del siglo XX, a medida que aumentaba la presión de las clases obreras – todavía sin representación en el parlamento, pero alineados en los grupos socialistas y anarquistas que incidían en la vida pública a través de huelgas y manifestaciones como la de La Canadiense en 1919 -, las condiciones de los trabajadores fueron mejorando. Así, se aprobó la jornada de 8 horas, se protegió a los niños, se estableció el descanso dominical y, después, el llamado “sábado inglés” del que hoy también se disfruta, etc… Aunque lo cierto es que muchas de estas bondades no maridan bien con el ritmo de la actualidad.

Escritorio @ Otto Wunderlich.Archivo Wunderlich. IPCE. Ministerio de Cultura y Deporte
Aumenta la competencia
A pesar de la creciente inestabilidad de principios del siglo XX, continuaron proliferando las cabeceras. A las mencionadas anteriormente, que continuaban funcionando y creciendo, se sumaron el ABC (1903), El Sol (1917), La Libertad (1919), La Voz (1920), Informaciones (1922),…etc. Y, a mayor número de comensales, trozos de tarta más pequeños. E, incluso, alguno corría el riesgo de quedarse sin catar manjar. Así, estas empresas comenzaron a ingeniárselas para seguir perfeccionando sus contenidos y atraer la atención del escaso público lector. Y es que, al contrario que en otros países, en España, debido a su elevada tasa de analfabetismo, a duras penas podía hablarse de “prensa de masas”.
Anciano con periódicos. @ Maximino Peña. Casa Moreno. Archivo de Arte Español. Archivo Moreno IPCE. Ministerio de Cultura y Deporte
Avances como el uso en prensa del telégrafo (1850), las rotativas (1865), la máquina de escribir (1875), la invención del teléfono (1886), las linotipias (1886), el teletipo (1897) y el empleo masivo de la fotografía en prensa (década de 1910) serán elementos diferenciadores entre cabeceras y, sobre todo, formas de irse acercando a los laureados periódicos extranjeros como The New York Times o The Times. En España, y dado que el número de lectores no era muy elevado, el uso de imágenes en las portadas será un reclamo efectivo para captar nuevos compradores y, por ende, más ingresos. A estas se sumarán los titulares llamativos, las secciones de sucesos y el morbo. Nada era suficiente para lograr esa porción de pastel. Y, así, aunque no había prensa de masas, los hambrientos periódicos absorberán algunas de sus peores características que, hoy en día, llamamos, entre otras cosas, “click bait”.
El tamaño reducido del público, las escasas suscripciones y las tiradas mínimas hicieron que estas empresas tuvieran que depender, desde el primer momento, de los ingresos por publicidad (fuente no demasiado estable y sensible a los vaivenes políticos y económicos del primer tercio de siglo). Con objeto de reforzar su posición, tres periódicos decidieron unir fuerzas y conformar lo que se conoció como el “trust” o Sociedad Editorial Española. Eran El Liberal, El Imparcial y El Heraldo de Madrid. Cada uno se identificaba con una tendencia política determinada y tenía características propias. Pero esta unión permitía que tuvieran mayor poder de negociación frente a cualquier interlocutor externo como, por ejemplo, La Papelera Española. Sin embargo, esta alianza fue aprovechada por otros periódicos para ganar adeptos, que la tildaban de monopolio y afeaban su naturaleza.

Sala de linotipias del New York Herald en 1902. @ George Grantham Bain Collection. Wikimedia Commons. En dominio público.
Algunas curiosidades del periodismo de la época
Para imaginar correctamente un periódico de principios del siglo XX es preciso tener en cuenta que el número medio de páginas era de ocho. Son productos de gran formato, con más texto que imagen – a excepción del ABC, que buscó diferenciarse a través de sus fotografías -, maquetación en más de cinco columnas y letra pequeña. El estilo de redacción era poco directo, incluso en los géneros puramente informativos. Se empleaban adjetivos y recursos más propios de géneros literarios. Y es que, muchos de los hombres que colaboraban en sus páginas eran escritores o políticos.El peso que llegó a tener la prensa española en los años de la Primera Guerra Mundial no fue baladí. Aunque España no participó en la contienda, sus cabeceras – teóricamente independientes, pero no inmunes a la ideología – se agruparon en aliadófilas y germanófilas. Además, la labor informativa de estas sobre la pandemia que asoló el mundo desde 1918 a 1920 provocó que la enfermedad pasara a la Historia como “gripe española”. Y es que, mientras los países beligerantes trataban de ignorar este nuevo revés a su ya diezmada población, los periódicos españoles fueron de los pocos en Europa en actualizar sobre la evolución del brote de virus de influenza que se llevó por delante la vida de más de 40 millones de personas.

Poster de la Gripe Española en Alberta @ Alberta Board of Health. Wikimedia Commons. En dominio público.
Como decíamos, durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1931), la prensa tuvo que convivir con la censura previa. Al principio, reflejo del sentir general, los periodistas no fueron del todo críticos con el cambio político. Sin embargo, con el paso de los años, las cabeceras se hicieron más combativas y críticas con el directorio y, sobre todo, con la monarquía de Alfonso XIII, cómplice del pronunciamiento militar. Esto originó cuadros en blanco en medio de páginas (tras pasar por el lápiz rojo del censor), multas y suspensiones. Aun así, las publicaciones más perseguidas fueron las adscritas a movimientos anarquistas y comunistas, mientras que las socialistas fueron toleradas por el directorio. Además, este se preocupó de formar parte del universo periodístico con la creación de un periódico oficial al que llamó La Nación (1925).
En la década de 1920 se produjo una auténtica revolución en el periodismo español con la implantación de la radio como método de difusión. Este nuevo medio de comunicación sí se fue convirtiendo, poco a poco, en masivo. Y tiene sentido. Para estar al tanto de lo que decía el transistor no era necesario ni leer ni escribir. Así, aunque la mayoría de españoles seguía fuera del cauce informativo por la imposibilidad de acceso a un aparato de radio, sí aumentó la audiencia y el número de ciudadanos informados en una época convulsa. El propio directorio fomentó la regularización del mercado radiofónico con la Ley de 1923. Así, las primeras emisiones llegaron en 1923 y, en esos años, aparecieron Radio Ibérica/Radio Madrid (1923-24), Radio Barcelona (1924) y Unión Radio (1925).

Vista de la parte trasera de una radio. 1914-1936 @ Otto Wunderlich. Archivo Wunderlich. IPCE. Ministerio de Cultura y Deporte.