Primera parte del relato conjunto creado a partir de las votaciones de los lectores/as a través de las historias de Instagram. Es el resultado de las opiniones de más de doscientas personas. ¡Aquí tienes el comienzo!
Ya hacía casi nueve meses que vivía en ese apartamento en aquella calle estrecha de La Escala. En la entrega de llaves, el casero había olvidado decirme los muchos dolores de cabeza que podían llegar a generarme esas cuatro paredes. Esa mañana, a la hora del recreo, se lo comenté a una de mis compañeras en la escuela en la que trabajaba como profesora de Música. Había conseguido plaza un año antes, justo tres días antes de cumplir los veintiocho.
Desde la noche anterior, no tenía agua caliente porque la caldera había dejado de funcionar. Había tratado de contactar con el propietario, pues no tenía dinero suficiente para reponerla, pero las numerosas llamadas solo me habían condenado a escuchar el irritante mensaje que había grabado en el contestador para dar falsas ilusiones a quien deseara oír su voz al otro lado. No es que me gustara el timbre de ese señor. Era más una cuestión de urgencia. En el tiempo en que había sido su inquilina había tenido percances con todo. Aquello era la gota que colmaba el vaso. Un vaso que rebosaba una y otra vez, ante mi absoluta falta de ganas de buscar una alternativa mejor y mi inexistente convicción de encontrar algo al mismo precio, al límite de mi presupuesto.

Okan AKGÜL en Pixabay
Antes de volver a mi aula, repetí los nueve dígitos. Nada. Mi ansiedad iba en aumento, pues, aquel mismo viernes, comenzaban las vacaciones de Semana Santa. Si no daba con él en las siguientes tres horas, podía darlo por perdido hasta siete días más tarde (o, incluso, más). No estaba en mi ánimo pasarme todo ese tiempo a merced del agua gélida. Era abril. Los días de sol se alternaban con las tormentas repentinas, anunciadas por un refranero que, no obstante, siempre sonaba a ficción.
Cuando la campana de fin de clase resonó por la escuela, di una última oportunidad a aquel hombre desaparecido. Su silencio ya no me causaba sorpresa. En medio de mi frustración, mi compañera, que era profesora de Matemáticas, me preguntó por el estado del problema con mi piso. Ante la falta de novedades, pareció conectar ideas.
– Qué tonta he sido, Olivia. Podría habértelo dicho antes. Mi tío tiene una casa sin usar. Puedes irte allí a pasar estos días hasta que puedas hablar con el propietario. El único inconveniente es que no está aquí. Tendrías que irte a San Martín de Ampurias. Es una villa pequeña, algo antigua, pero muy coqueta. Desde que se fue a vivir a Washington por trabajo no la pisa. Y nosotros no solemos ir. Preferimos Tossa. Ya sabes. No te prometo que no tengas que deshacerte del polvo y algún que otro habitante de más de cuatro patas, pero mi tío sigue pagando religiosamente todos los recibos, así que tendrás agua caliente y luz. Eso sí, no hay internet ni teléfono. Pero, bueno, puedes utilizar tu móvil.
– Gracias por la oferta. Es tentadora, de verdad. Pero no sé, prefiero tratar de contactar con el propietario. No quiero molestar…
-No molestas. Está sin usar. Será bueno que alguien revise que todo sigue en orden. Piénsalo. Y si cambias de opinión, tienes mi número.
Ya estaba casi convencida de pasar las vacaciones entre baños fríos cuando, al girar la llave de la puerta del apartamento, escuché un goteo incesante en el aseo. Corrí despavorida y hallé una gotera gigante en el techo. La fontanería del piso era de risa. Al parecer, tras charlar con un vecino, había descubierto que se había cambiado en todo el bloque, pero que mi tacaño propietario había decidido dejar las antiquísimas cañerías que, desde hacía meses, me torturaban.

Luisella Planeta Leoni en Pixabay
Solté el bolso en el suelo y, harta de aquella lucha, escribí un mensaje a mi amiga. Quizás la opción de pasar las vacaciones en una villa en San Martín de Ampurias, a pocos pasos del mar y de las ruinas griegas y romanas que se erigían en aquel rincón del golfo de Rosas, no era mala idea. Cogí lo básico. En realidad, casi todo lo que tenía. Miré una última vez la expansiva humedad del baño y cerré la puerta con fuerza, como queriendo espantar los problemas y dejarlos al otro lado del umbral.
Al repetir ese mismo gesto, pero en la casita del tío de mi compañera de trabajo, un aroma único me visitó. Logré encontrar un interruptor y una estancia decorada con objetos exóticos quedó bañada por la luz amarillenta de varias lámparas de techo, forjadas en hierro. Una curiosidad innata me llevó a recorrer todos los rincones de esa vivienda. Algo en ella era peculiar y desconcertante. Abrí todas las cortinas, imaginé el anochecer en la playa y me dejé hechizar por un abanico de sonidos que juzgué normales sin pensar. El entorno era idílico, sí. Pero, sin saberlo, aquella decisión, mi presencia en la sala de estar de esa casa veraniega, había complicado mi vida sin remedio.

Omar González en Pixabay
Continuará…
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10 Comentarios
Ay Maria!! eres maravillosa escribiendo. Me he leído todos tus relatos y son geniales. Me gustaría mucho leerme la continuación de este «relato conjunto», asi que ya me dirás cuando podrá ser. No te imaginas las ganas que tengo de que salga tu siguiente libro…. disfruté taaaaanto con Papel y Tinta!!
¡Hola, Mamen! Qué ilusión lo que me dices, de verdad. ¡¡Me hace muy feliz que disfrutes leyéndome!! Gracias por hacerlo con tanto cariño, por dejar que Elisa entre en tu vida y por recorrer los rincones creativos de esta web. Ya puedes leer la segunda parte del relato 🙂 ¡A ver si te gusta! Tengo muchísimas ganas de compartir la nueva novela y más con mensajes como el tuyo. ¡Un abrazo enorme!
Qué ganas de más!!!
¡Muchísimas gracias, Elena! El lunes os seguiré haciendo preguntas vía Instagram para ir trazando el destino de Olivia. ¡Un abrazo enorme!
Deseando continuar el relato….
¡Qué ganas, Belén! El lunes lanzaré nuevos interrogantes en Instagram para que me ayudéis a continuar. ¡Un abrazo grande!
Qué bonito!.Co sigues meternos en la historoa completamente!!
¡Muchísimas gracias, Mayte! Qué alegría que te guste el arranque de la historia. ¡La semana que viene más! ¡Un abrazo enorme!
Con ganas de más 🙂
¡Qué bien, Laura! El lunes os seguiré preguntando para que decidáis cómo continuar… 🙂 ¡Un abrazo grande!
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