Vivir Sant Jordi es algo que todo lector y escritor disfruta. Es una experiencia única (especialmente para los que estamos al otro lado de las carpas y las mesas) y hay que saborear cada instante. Esto precisamente lo he aprendido de una compañera escritora y su consejo no ha podido ser mejor: vívelo como si no fueras a volver. Y es así. Por ese motivo, me centré en exprimir cada detalle.
Uno de los regalos que Sant Jordi te proporciona es la posibilidad de tomar contacto con personas que aman la lectura. Me refiero no solo a lectores sino también al equipo de la editorial, a libreros y a otros compañeros escritores. Quizás es este intercambio lo que me llevo de ese maravilloso 23 de abril de 2019 que pasé en Barcelona.
Tener la opción de preguntar a otros autores sobre dudas que tienen, escuchar sus anécdotas y recibir sus consejos es una delicia. Al final, si no es en este tipo de encuentros, rara vez coincides porque sí. Por este motivo, se hace más importante, si cabe, esta reunión literaria.

Imagen facilitada por el equipo de Me Gusta Leer
Pero, ¿qué seríamos nosotros sin el increíble equipo humano que levanta Sant Jordi año tras año? Los que organizan, acompañan y dan conversación cuando tu fila de firmas está vacía. Su propósito es que te sientas a gusto y lo consiguen a cada momento. Hablo de la familia de Penguin Random House (en mi caso, por supuesto). No se les suele ver, porque no nos fijamos cuando vamos mirando libros e identificando autores, pero están ahí SIEMPRE. Con su cariño y su esfuerzo.
También, en segunda fila, pero que es primera, están los libreros. Es su fiesta, la opción de vestirse de gala y tomar las calles para que los libros vuelen, junto a preciosos puestos de rosas, dragones y leyendas. Todo rojo y amarillo.
Y, por supuesto, la guinda del pastel la ponen los verdaderos protagonistas de esta fiesta del libro: los lectores y las lectoras. No os olvidéis nunca de que vosotros mantenéis con vida este sueño y la posibilidad de que sigamos intercambiando historias, viajando en el tiempo, conociendo a personajes únicos, relatos conmovedores, poesías emocionantes…Ojalá no dejemos de leer, de viajar, de dar y recibir en páginas encuadernadas. Hay una magia intrínseca en el mundo de los libros que no puede perderse (me está quedando un poco desesperado, pero, de verdad…¡No puede perderse!)

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En las tres firmas que tuve viví momentos fantásticos que jamás olvidaré. Por un lado, mi abuela (que no vive en Barcelona) vino a verme. Cuando la vi no podía creérmelo. Las dos nos emocionamos muchísimo. Ella leyó mis primeras historias, cuando tenía doce años, y ha visto lo muchísimo que deseaba compartir Papel y Tinta con los lectores. Que me acompañara en un instante tan especial fue un regalo. Además, era mi primera firma. Y estaba muy nerviosa. Cuando estás empezando, no tienes largas firmas de lectores aguardando y esa exposición para mí (que soy un poquito tímida) era un reto. Con ella todo fue muchísimo más fácil.
Por la tarde, recibí otras visitas únicas: dos compañeras de mi colegio de Barcelona se acercaron a verme. Miriam y Helena…¡Mil mil gracias, de corazón! Los lectores que vinisteis me emocionasteis mucho. Algunos lo habían leído ya, otros no. Pero en todo caso me han ofrecido su confianza para contarles la historia de Elisa. Y eso es felicidad pura. También, en una de las firmas de la tarde, conocí a la diseñadora de la portada de Papel y Tinta. Os podéis imaginar lo muchísimo que me alegré de charlar con ella en persona y lo agradecida que estuve no solo por su visita, sino por la maravillosa imagen que sirve de presentación de la novela para cualquier persona que la ve en una estantería.
Y, así, pasó ese día. Rápido, pero dejando el poso de las jornadas importantes, únicas. Y, por supuesto, dejándome con ganas todavía de seguir encontrándome momentos para enmarcar en el álbum de recuerdos de este sueño hecho realidad.

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