Sobre las repisas de mi hogar podrás encontrar un buen repertorio de recuerdos materiales, de detalles estéticos y florales, de mentiras, verdades y artículos quizá banales. Las motas de polvo aterrizan cada día sobre todos ellos, robando parte del brillo que tuvieron en la primera vez que mis ojos los contemplaron ahí. A veces los descoloco, solo para jugar con mi mente y tratar así de adivinar cuáles son los que merecen la pena.
Y justo cuando los toco y los manoseo, me vienen a la mente los pedacitos que no están ahí. Están hechos de otra pasta. Es la colección de mis instantes favoritos, que solo existe en mi cabeza. Aparece para darme vida y energía, sin avisar. Me llena los pulmones de optimismo y olvido los retos y trances que puede depararme ese casillero del calendario.

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Voy a contarte alguno de ellos, rogando que no se me escapen por ninguna rendija mientras los comparto. Los necesito conmigo.
Entre los momentos predilectos de mi sonrisa están esos minutos que dura mi canción preferida en el camino de ida al trabajo, con el pelo mojado, los labios con sabor a café y el cielo acechándome de gris por cada ventana. También adivinar una conversación con una buena amiga al final de la semana, con algo de bebida cerca, con el móvil muy muy lejos. Y las cervezas de martes con mi madre. Solo porque es martes y nos ha cundido la tarde.

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En este almacén de joyas abstractas guardo además la certeza de saber que voy a comer ese plato que me gusta tanto y que me hace relamer cada segundo de hastío. No olvido tampoco ver el siguiente capítulo de la serie, soñando palomitas, mirando a mi lado y tratando de vislumbrar cuál será nuestro siguiente episodio, mientras sonrío. Ni esos paseos de tarde de verano, cuando el calor es un recuerdo y el sol se mantiene, prudente, para iluminar divagaciones absurdas sin más destino que el trayecto de vuelta.

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Los adornos de las estanterías de mi casa no pueden hacer la competencia a todas las perlas de motivación que mi mente me lanza muchos días. El polvo se mantiene alejado. Y, aunque algunas parecen vacuas, todas me arropan incluso en los momentos más plomizos.

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