Aunque a Elisa le encanta pasear por la ciudad, son diversas las ocasiones en las que emplea alguno de los múltiples medios de transporte que tenía a su disposición para llegar a su destino. Y es que, la época de Papel y Tinta es un momento de revolución en las comunicaciones, en todos sus sentidos, y sus consecuencias se dejan ver, sobre todo, en grandes ciudades como Madrid. Así, hoy repasamos siete formas en las que podían moverse los vecinos de la Villa y Corte hace cien años. ¿Me acompañas?
1.Coche de caballos
En tiempos de Elisa todavía sobreviven los coches de caballos, que pueden hallarse en las calles de la ciudad, alternándose con los vehículos más modernos. Ya en el siglo XIX, se podían distinguir diversos tipos de carruaje, en función de su estructura, tamaño y uso.
Así, la calesa, el cupé, la góndola, el landó, el birlocho o la berlina son solo algunas de las modalidades que, procedentes de Francia, Reino Unido o Alemania, conformaban el abanico de coches que las familias más destacadas tenían a su disposición. El landó, recurrente en las páginas de la novela, tenía capota plegable, así que admitía retirarla en los meses de clima más agradable para dejarse ver.

Coches de caballos_Pinterest
2. Tranvía
Aunque su presencia en las calles madrileñas fue breve, en comparación con otras ciudades y otros medios de transporte, el tranvía sigue siendo un elemento indispensable en las postales mentales que dibujamos del Madrid de antaño. Llegó en la primavera de 1871 y su cometido era conectar el moderno barrio de Salamanca (en plena construcción, como parte del ensanche de la capital) y el barrio de Pozas (hoy zona de Argüelles). Esta primera línea de tranvía, que fue además la pionera en la península, cruzaba el centro de la Corte por la Puerta del Sol.
Es importante que, a la hora de imaginar estos primeros transportes, tengamos claro que se movían tirados por mulas o caballos (de hecho, se los conocía como “tracción de sangre” o “tranvía de sangre”). La electricidad llegó un poquito más tarde – concretamente en 1898 – a esta red que comenzó a propagarse por toda la ciudad: se inauguran, antes del fin del siglo XIX, la red Bombilla-Hipódromo (mencionada en la novela), la de Circunvalación (Claudio Coello-Ferraz) o la del este.

Tranvía_Archivo Regional de la Comunidad de Madrid
3. Autobús
Otro de los transportes que se podían emplear en tiempos de Elisa era el autobús. Este vehículo conectaba distintos puntos en la ciudad o bien, al estilo de las diligencias regulares, podía enlazar dos poblaciones. Su primera versión, el ómnibus, era un vehículo cerrado que funcionaba con tracción animal – al igual que el tranvía- y tenía como cometido trasladar a grupos de personas a lo largo de una línea de interés.
Como en la mayoría de los casos, la irrupción del ómnibus en Madrid fue limitada al principio, debido al precio y a su servicio irregular, pues era empleado por las clases altas para acudir a festejos diversos. Cuando, a finales del siglo XIX, estos transportes empezaron a funcionar con motor y gasolina, pasaron a llamarse autobuses. La aparición del tranvía, el metropolitano y el tren no hará sencilla la implantación de una red regular de autobuses en la capital. El Ayuntamiento de Madrid logró impulsarlo en la década de 1930, tras fallidos intentos en los años veinte.

Autobús. Club de amigos CRTM
4. Tren
Uno de los grandes hitos de los siglos XVIII- XIX fue la invención de la máquina de vapor, que tuvo innumerables aplicaciones en industria y transporte en lo que se conoce como primera revolución industrial. El ferrocarril llegó a España a mediados del siglo XIX: Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851), precedidos, en ultramar, por la línea La Habana-Güines en 1837.
A partir de entonces, se fue construyendo la red ferroviaria que, a imagen y semejanza de la red viaria existente, comenzó a conectar, por tren, la capital con las provincias circundantes y periféricas. En la segunda mitad del siglo XIX, fueron muchos los kilómetros de vías y las estaciones inauguradas por toda España. Sin embargo, en su construcción hubo un pequeño detalle que diferenció la red peninsular de la europea: el ancho de vía. Un aspecto que se justificó con la compleja topografía española, pero que separó, todavía más, el país del continente.
Con el paso de las décadas, los billetes se fueron abaratando y los tiempos se acortaron con las mejoras aplicadas a las locomotoras. Aun así, en los trenes, se dividía a los viajeros por clases y comodidades. No obstante, no era preciso querer llegar muy lejos para hacer uso de este moderno transporte, pues durante la primera mitad del siglo XX se inauguraron muchas estaciones en las zonas aledañas a la Villa (concepto que hoy conocemos como “cercanías”). La locomotora de vapor perduró en la flota de ferrocarriles española hasta los años setenta del siglo XX, momento en el que se consolidó la transformación al diésel y la electricidad.

Tren. Jjavier Collar en Pinterest
5. Simones y taxis
La existencia de vehículos que, previo pago, llevaran a los parroquianos al destino deseado no era una novedad del siglo XX, pues ya en tiempos de Felipe II (siglo XVI) era posible alquilar mulas, sillas de mano o literas. Con el tiempo, apareció la posibilidad de alquilar por días u horas un coche de caballos. Normalmente, estaban estacionados en las zonas más transitadas de las ciudades y, en Madrid, terminaron bautizándose como simones, en honor a Simón González, el primero en recibir la autorización para iniciar el negocio.
Sin embargo, sí es preciso avanzar hasta inicios del siglo XX para empezar a hablar de taxis. Y es que, fue en 1909 cuando se empezaron a ver automóviles de alquiler por las calles de Madrid, compitiendo con los tradicionales simones y las manuelas (que eran descapotables). Estos se presentaban como vehículos confortables (la primera flota estaba compuesta por Landaulets) y ya empleaban el taxímetro para calcular sus precios.

Simones y taxis. Historias Matritenses.
6. Automóvil
Aunque Madrid ya contaba con diversos medios de transporte para moverse por toda la ciudad, la irrupción de los automóviles supuso una auténtica revolución en la España de principios del siglo XX. Durante el siglo XIX, fueron muchos los estudios y pruebas que se desarrollaron en Estados Unidos, Alemania o Reino Unido. Sin embargo, en España, no se matriculó el primer automóvil hasta el 1900. Y fue en Palma de Mallorca. Un año más tarde, se matricularon diversos vehículos a motor en San Sebastián y Santander, zonas de veraneo de las familias pudientes, cercanas a la frontera francesa, por la que permean las principales innovaciones. En Madrid y Barcelona aparecen en 1907.
Sin embargo, la auténtica explosión no se produjo hasta después de 1914, año en el que Henry Ford comenzó a implementar la producción en cadena y lanzó el modelo Ford T, utilitario ideado para las clases medias. Aun con todo, en la España del primer tercio del siglo XX, el coche continuó siendo un producto de lujo, solo al alcance de los bolsillos más acaudalados. Este detalle también se reflejó en la propia producción nacional, a cargo de Hispano-Suiza, vinculada, en sus inicios, al concepto de vehículo dirigido a las clases adineradas.

Automóvil. Fuenterebollo.
7. Metropolitano
A lo largo de la historia de Elisa asistimos a la creación de un moderno transporte en la ciudad de Madrid: hablamos del metropolitano, inaugurado el día 17 de octubre de 1919. Al principio, contó con una línea (hoy, la 1) que comunicaba la Puerta del Sol con la glorieta de Cuatro Caminos, donde se ubicaban los talleres del metro. Los madrileños pudieron empezar a realizar este trayecto en diez minutos, olvidándose de los treinta que debían emplear si escogían el tranvía.
El metro de Madrid fue el primero que se instaló en España y el décimo segundo de todo el mundo: son anteriores los de Londres, Nueva York, Budapest, París o Buenos Aires. Una de las curiosidades más llamativas del metropolitano madrileño es que circula por la izquierda, al estilo inglés. Los dos motivos que explican esta peculiaridad son que la infraestructura se planteó siguiendo el modelo de Londres y que, en el momento de creación de la red de metro en la Villa, todos los vehículos en España circulaban por la izquierda, no siendo hasta 1924 cuando se fijó el sentido actual (ya tarde para cambiar trenes y vías).

Metropolitano. Viejo Madrid.